Una de dos, o el hombre no comenzó en ninguna parte y busca un lugar a donde ir, o comenzó en algún lugar y perdió el camino.
Nuestra mera existencia ya es una razón de peso para que nos preocupemos en encontrar cuál es el propósito de nuestra vida.
Nuestros progresos técnicos salen de nosotros y vuelven a nosotros plagado de contradicciones; la falta de tiempo es una de ellas. Aun así, necesitamos tiempo para buscar a Dios y tener un encuentro personal con Él.
El hombre quisiera penetrar el futuro y ver qué será de él y de la humanidad en ese futuro misterioso. La Biblia tiene la respuesta.
En unas fechas como estas, que no paramos de ir de aquí para allá, vayamos por un momento junto al pesebre, y reflexionemos en su real significado.
«Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar». Isaías 55:7
La línea que divide el bien y el mal atraviesa el corazón de todo ser humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir un pedazo de su propio corazón? En realidad no hace falta. Dios está dispuesto a transformarlo.
La Biblia no es el producto de una elevada conciencia humana o un iluminado intelecto, sino que es directamente inspirada por Dios mismo.
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